Juan Lagarma Bernardes. 1960
Esta
entrevista ha tenido su punto de arranque en el estudio del escultor Marco
Pérez enclavado en una de las más importantes arterias del señorial barrio de
Salamanca, y durante las primeras horas de la mañana. En él pasa algunas, antes
de comenzar sus diarias enseñanzas en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Viene luego el necesario
descanso, y de nuevo al estudio, y desde éste a su despacho, en la Central de
la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, de la que es Secretario. Así, en
breves líneas, hemos resumido la jornada habitual de nuestro entrevistado.
El estudio
de un escultor es, si hemos de describirlo en pocas palabras, una amplia
estancia donde apenas queda sitio para colocar modelos en escayola, modelos a
los que el tiempo ha cubierto con una pátina que empaña su primitiva brillantez
y color. A ellos dedicó en su día toda su atención este artista, y entre unos y
otros han pasado muchos años. En las paredes hay apuntes: unos hechos a lápiz y
otros a tinta, a los que se ha protegido con cristales para alargarles la vida,
sin duda porque son recuerdos muy permanentes para su autor. El silencio del
estudio sólo lo turban unos levísimos golpes que uno de sus ayudantes da sobre
la madera para conseguir una figura que copia de un modelo de escayola,
mientras unos metros más hacia el fondo de la estancia, otro da los últimos
toques a un grupo de carácter religioso, realizado en barro, y ante el cual el
profano sigue con la mayor atención tan delicado trabajo, atención desde luego
no superada por la que en él pone su creador. Y en este ambiente de arte, Marco
Pérez ha contestado a mis preguntas rápidamente, sin el menor titubeo, mientras
fumamos unos cigarrillos de tabaco negro. Queríamos saber para trasladarlo a
las páginas de MEJORA, a fin de que desde ellas pueda ser conocido por nuestros
ganaderos, cuanto se relaciona con una de sus obras, y en verdad que hemos
conseguido plenamente nuestro propósito.
El diálogo se inició así:
- Fue mía, y
me acompañó mucho tiempo hasta verla realizada. Quería, y lo conseguí al fin,
exaltar a cuantos hombres se dedican día a día, con buen o mal tiempo, al duro
trabajo del pastoreo, tan humildes, austeros y primitivos, con las
características raciales de las gentes de Cuenca, mi provincia. Para mi
significa, un homenaje personal a los pastores.
-¿Qué usted
ha hecho extensivo a cuantos discurren por la tupida red de cañadas, veredas y
cordeles que se extienden por España, o solamente a quienes cuidan los ganados
en su provincia?
- En mi obra
están simbolizados todos.
-¡Magnífico!
¿Quién sufragó su costo?
-El
Ayuntamiento de Cuenca, pero siendo la idea mía, como antes le he dicho, yo
comencé a modelarla sin pensar en quién sufragaría los gastos que habría de
costar su realización definitiva, y al conocer el modelo en escayola el Alcalde
Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de Cuenca, en 1929, don Cayo
Conversa, se interesó por la obra y propuso a la Corporación, por indicación
mía, fundirla.
-¿Invirtió
mucho tiempo en terminarla?
-Como dos
meses, fue fundida en bronce, y sus figuras sobrepasan en algo el tamaño
natural, siendo su peso de unos ciento ochenta kilos.
-¿Tuvo
modelo para el pastor?
-Sí, pero el
conseguirlo no fue tarea fácil, ya que hube de recorrer varios pueblos de la
serranía de Cuenca hasta encontrar el tipo que yo entendía había de servirme
exactamente para mi obra, entre los que tan celosamente discurren por los
montes de Valdecabras. Al fin, di con él, y aquí viene lo difícil, y lo difícil
consistió en hacerle abandonar sus ovejas para que se trasladase a Cuenca,
donde habría de posar, y creo que su decisión de acompañarme no la tomó hasta
estar plenamente convencido de que uno de sus parientes se haría cargo del
rebaño.
La charla
queda cortada unos instantes, los necesarios para que Marco Pérez busque en una
caja las fotografías que precisamos para ilustrar este reportaje, que él guarda
con verdadero cariño, porque son únicas, y me aclara esto agregando que posee
los clichés. Otro cigarro y el rosario de preguntas continúa.
Fotos del Pastor de la Huesas del Vasallo en el taller de Marco Pérez.
-¿Recuerda
la fecha en que fue inaugurado el monumento?
-Sí, el año
1931.
_ ¿Ha estado
siempre en el mismo emplazamiento?
-No;
primeramente fue colocado en la Hoz del Huécar, en el arranque de subida a la
Catedral, que a mí me pareció un lugar magnífico, sobre una roca, con el fondo
maravilloso de la hoz y las Casas Colgadas, y su traslado al lugar que hoy
ocupa obedeció a seguir la opinión de muchas personas que quedaba algo alejado
del centro de la ciudad. No obstante, creo que dentro de la población existen
otros lugares más apropiados, con fondos y perspectivas más a tono con la obra.
El pastor de las Huesas del Vasallo cuando estuvo ubicado en la Plaza de Cánovas
-¿El atuendo
del pastor fue obra suya o, por el contrario, obedece a que así tienen por
costumbre vestir los de esas tierras castellanas?
-Es el
propio de las gentes típicas de la serranía, y me pareció que su representación
plástica era la propia, por lo que tiene de interés como vestimenta original.
-¿Ha
realizado alguna otra escultura de tipo ganadero?
-Sí, algunas
pequeñas estatuillas de pastores, en bronce, y también en barro cocido.
El diálogo
se corta nuevamente porque el escultor me habla, encariñado con la labor de
estos guardadores de ganados, de esos otros que desde las sierras
septentrionales emprenden anualmente sus marchas hacia las tierras de
Extremadura, en largas jornadas, por los caminos pecuarios, como tantos otros,
desde hace siglos.
-Sé que su
obra fue premiada en la Exposición Nacional de 1930 con la Medalla de Oro del
Círculo de Bellas Artes. ¿Esperaba usted esa recompensa?
-No,
ciertamente. Mi idea fue sólo la de concurrir, y por tanto, el premio
constituyó para mí una sorpresa.
- Aparte del
mérito artístico en la concesión del tal galardón, ¿tuvo alguna influencia la
novedad de una obra dedicada a un pastor?
-Lo ignoro.
-¿Se
encuentra satisfecho de ella? Si la tuviese que volver a hacer, ¿introduciría
algunas modificaciones?
- Sólo puedo
decir que la hice con toda mi ilusión, y quizá ahora no realizaría ninguna
innovación.
-Dígame
maestro ¿qué parte de la obra considera usted la más interesante; la cabeza del
pastor, sus manos, su atuendo o los animales?
-Desde luego
está pensada en conjunto, pero la cabeza y los animales creo están muy
conseguidas.
-¿Existe
alguna obra sobre este tema en España?
-No, que yo
sepa. En el extranjero me consta que existen algunas, pero no puedo precisar
los países donde han sido erigidas.
A propio
intento he dejado para el final la pregunta relacionada con la cifra que el autor
percibió por su escultura, y su contestación es ésta:
-El
Ayuntamiento de Cuenca pagó los gastos de su realización, y la Excelentísima
Diputación me concedió una pensión de un total de veinte mil pesetas para
continuar mis estudios.
Un nuevo
cigarro, pero éste lo encendemos ya en plena calle, por la que seguimos
hablando de las cosas del campo, que tanto nos entusiasman a ambos, mientras
que mi interlocutor se dirige hacia su clase diaria y yo a sentarme frente a la
mesa de trabajo para poner en orden las notas tomadas que han servido para
componer este reportaje sobre la primera escultura erigida en España, en esta
España pecuaria, a uno entre los cientos de fieles guardadores de ganado lanar.
Juan Lagarma
Bernardes
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