El Descendimiento de Marco Pérez brilló en la JMJ 2011 de Madrid.
Ignacio Blanco Romero
Ignacio Blanco Romero
Artículo publicado en la revista La Columna de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna.
JMJ Madrid
2011
Parecía que
el día nunca iba a llegar. Desde febrero de 2010, los conquenses estábamos muy
felices de saber que tendríamos representación en el Vía Crucis que se iba a
celebrar en el verano de 2011. Pero la fecha se acercaba y llegó el agosto del
Papa en España, junto a millón y medio de jóvenes de todo el mundo y una
importante representación de la imaginería española.
Durante los
días previos se respiraba un ambiente difícil de describir. Cientos de personas
por las calles, cantando y disfrutando de las Jornadas Mundiales de la Juventud
con mucha alegría. En diferentes edificios y templos de la capital, se
albergaban diferentes pasos llegados de varios puntos de la geografía española.
Nuestro
paso, nuestro Descendimiento, nuestro Santísimo Cristo de la Salud descansaba
desde el martes en el Ayuntamiento, antiguo edificio de correos, junto a otros
pasos tan importantes como la Piedad vallisoletana, la Santa Cena murciana o la
Crucifixión zamorana.
Llegó el
gran día: el 19 de agosto de 2011. Durante la noche anterior, Madrid se había
convertido en una ciudad procesional debido a los numerosos traslados
realizados por las diferentes cofradías.
A las siete
de la mañana, los banceros del Cristo de la Salud entraban en el Ayuntamiento.
Tras colocar los banzos, pasó delante de nuestra Imagen la Crucifixión portada
sobre sus costaleros, los cuales pudieron salir del edificio sin mucha
dificultad. Era el turno de los banceros, quienes sacaron el paso a ras del
suelo y con gran esfuerzo, lo levantaron hasta posarlo sobre sus hombros. Una
vez recibieron las horquillas, comenzó a sonar el llanto conquense en la fresca
mañana madrileña. Y es que en Cuenca las horquillas son un llanto: unas veces
de alegría, otras de tristeza. Ése es el sonido conquense, el eco de las
horquillas acompasadas rebotando entre las estrechas callejuelas del casco
histórico.
Tras el
corto recorrido que nos separaba de Recoletos, se depositó nuestro paso en su
altar, quizás un poco empequeñecido al situarse sobre el suelo (recordemos que
el resto de pasos a excepción de la Cena iban sobre tronos, los cuales tienen
más altura).
El resto
del día fue un ir y venir de madrileños, peregrinos, visitantes y nazarenos pasando
ante los quince pasos que se hallaban expuestos en el Paseo de Recoletos.
Cientos de fotografías rememoraban el día y eran muchos los comentarios de
admiración ante El Descendimiento.
A las siete
de la tarde, pasaba el Santo Padre con el papamóvil ante los pasos, comenzando
el Vía Crucis una vez alcanzó el altar situado en la Plaza Cibeles.
La cruz de
los jóvenes, desfiló portada por cristianos de todas partes del mundo entre
paso y paso, leyéndose una pequeña meditación una vez se paraba ante cada
Imagen.
El trayecto
entre cada altar era amenizado por la música que se interpretaba. Tras la
lectura de la palabra ante el Cristo de Mena, los jóvenes levantaron la cruz y
avanzaron hacia El Descendimiento. En ese momento no hubo música, sino el
fúnebre redoble de un tambor, el cual iba acelerando según se acercaba la cruz
a nuestro paso.
Una vez se
detuvo ante Él, se leyeron unas emotivas palabras reflexionando sobre el
momento representado: el Descendimiento de la cruz.
Es difícil
explicar la emoción vivida en ese momento, cuando todas las miradas estaban
puestas en la inmejorable obra de nuestro Luis Marco. Una anécdota cuenta que
en esos precisos instantes, en Cuenca, la gente que se encontraba en “La Churre”
siguiendo la retransmisión en directo se quedó en silencio, arrancando a
aplaudir justo al finalizar la lectura de la palabra. Es lógico. Todo el mundo
pudo ver un paso del Viernes Santo de las tres procesiones, un paso de Marco
Pérez, un paso de la Semana Santa de Cuenca.
Tras el
emotivo Vía Crucis, el Santo Padre volvió a pasar delante de todas las
imágenes. Quedaba el acto más esperado por los nazarenos: el cortejo por las
calles de Madrid.
La
sevillana Virgen de Regla partió hacia su templo de acogida, aunque debido a
diferentes circunstancias, el resto del magno desfile con los demás pasos no
partió hasta dos horas después de lo acordado.


En el
primer plano de la escena Judas besa a Jesús mientras San Juan tras ellos y
arrodillado, eleva su mirada al cielo. En segundo plano tenemos dos escenas
laterales: en una, San Pedro va a cortar la oreja de Malco, mientras en la otra
vemos a un soldado interrogando a Santiago. Cierra el conjunto un olivo de
enormes dimensiones.

También
llegaba sobre ruedas el desmesurado trono del Jesús de Medinaceli madrileño,
una talla anónima del S. XVII, y es que la devoción que suscita esta Imagen se
incrementa al verlo sobre un conjunto que llega a pesar los 3000 kilos.



La Imagen
de Jesús es una talla de vestir neobarroca del S. XVII y está atribuida a Pedro
de la Cuadra, a la que se le añadió un Cirineo de Víctor de los Ríos (autor de
nuestro Cristo del Largo Padecer) en 1946.



Sus
costaleros alzaron el paso y la banda de música que les acompañaba comenzó a
interpretar la “Marcha fúnebre de Thalberg”, himno indiscutible de la Semana
Santa zamorana.


Tras El
Descendimiento iban sobre ruedas La Piedad de Valladolid y el Cristo Yacente de
Segovia, ambas del maestro Gregorio Fernández en el Siglo XVII. Dado que
nuestro Luis Marco Pérez admiraba al maestro del Barroco castellano, sus
Imágenes de 1945 resultaban muy parecidas a las que le seguían en el desfile,
si bien es cierto que en el caso del conquense también tenemos influencias de
la escultura clásica y renacentista.
Volviendo a
nuestro paso, el cual se giró ante La Piedad vallisoletana, continuó hasta
Cibeles en dirección a Sol desfilando lentamente. El Cristo de la Salud era
llevado por sus banceros con tanto mimo, que el sudario apenas se movía durante
el recorrido.
La Banda de
las Mesas no pudo elegir un mejor repertorio, con las marchas que le gustan a
los hermanos del Descendimiento alternadas con marchas típicas de nuestros
desfiles: “Caridad del Guadalquivir”, “La Saeta”, “El Evangelista”, “Por tu
cara de pena”, la mítica e inigualable “San Juan”, “Nuestro Padre Jesús”,
“Mater Mea”…
El público
que se agolpaba en las aceras aplaudía constantemente ante el avance de la
Imagen, se repetían los vítores hacia Cuenca y muchos preguntaban sobre la
procedencia de un paso tan bello. Otros, se lamentaban de que unas tallas tan
bellas pasaran desapercibidas entre los enormes tronos que nos precedían.
Una vez en
Sol, el desfile se dividió para que cada cofradía regresara a su lugar de
procedencia. Bajando en dirección a Neptuno, nuestro paso continuó desfilando
sobriamente hasta donde esperaba el camión góndola que lo llevaría de regreso a
Cuenca. Cerca del final la banda de Las Mesas quiso despedirse interpretando de
nuevo “Caridad del Guadalquivir”, para que los banceros y hermanos pudiesen
disfrutar de los últimos instantes del desfile.
Nuestro
desfile, el cual empezó cerca de las dos de la madrugada, finalizaba sobre las
cinco menos veinte. Pero no todo había terminado, ya que tras un viaje de
regreso que sirvió para descansar un poco, nuestra Imagen llegó a Cuenca a las
10 de la mañana, entrando en San Esteban y quedando de nuevo ubicada en su
humilde rincón. El Descendimiento vuelve a permanecer allí, siendo testigo de
las constantes visitas y oraciones de sus hermanos y a la espera del día previo
al miércoles de ceniza, en el que volverá a salir de él para que la iglesia de San
Esteban nos recuerde que se aproxima una nueva Semana Santa.
Vídeos del Descendimiento en la JMJ 2011 de Madrid
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