domingo, 10 de noviembre de 2013

Nuestra Señora de las Angustias. 1959. Semana Santa de Albacete.

Nuestra Señora de las Angustias. Semana Santa de Albacete

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La talla del año 1.959, fue encargada al escultor conquense D. Luis Marco Pérez.

El 13 de Septiembre de 1.959  fue bendecida la nueva Imagen por el Sr. Obispo de la Diócesis, D. Arturo Tabera y Araoz, quedando instalada su capilla en la antigua Casa de Misericordia-Parroquia del Buen Pastor.

Se trata de una talla de cuerpo entero pero con objeto de ser ataviada con túnica y manto en terciopelo negro y motivos geométricos, florales y de la pasión en oro, confeccionado por las Religiosas Carmelitas Descalzas de Albacete. Participa en los dos desfiles procesionales de Viernes Santo, así como en el Besapiés del día siguiente.

La Virgen de la Piedad o de Ntra. Sra. De las Angustias (distintas advocaciones para un mismo tema religioso), es una imagen de marcado expresionismo en la que, como es habitual en este tema iconográfico, la Madre con expresión dolorida y con el llanto contenido, dirige la mirada al cuerpo yacente de su Hijo, al que sostiene entre sus piernas.

La Virgen, sentada sobre una sencilla banqueta, es una figura de agraciadas proporciones, quizá algo pequeña en relación al Cristo muerto. Presenta un rostro de aspecto joven, con breves rasgos y una expresión de dolor contenido entre sus labios juntos y acentuada mediante la triste mirada de sus ojos que sobresalen bajo largas cejas arqueadas. Viste túnica plegada por el estrecho cinturón que marca el talle; los pliegues, aunque gruesos y metálicos, están bien conseguidos y quiebran su caída para plegarse sobre la peana dejando al descubierto las puntas de los pies.

        El cuerpo muerto de Cristo se dispone sobre las piernas de la Virgen, quien sostiene con su mano derecha la cabeza y con la izquierda la mano de su Hijo. La imagen del Cristo yacente aparece así con rasgos cadavéricos, aún tratándose de un cuerpo hercúleo, marcándose con nitidez y patetismo los rasgos anatómicos. La cabeza, magníficamente conseguida, ostenta un rostro con ojos y boca entreabiertos, que transmiten todo el patetismo de la situación sufrida. Uno de los brazos -el derecho- cae libre hacia la peana dejando su mano entreabierta. La mano y brazo izquierdos son sujetados por la Madre. Las piernas se doblan formando un ángulo muy acusado, para descender juntas, cruzarse a la altura de los tobillos y llegar la izquierda hasta la peana.















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