viernes, 1 de noviembre de 2013

Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna. Cuenca. Ignacio Blanco


Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna de Cuenca

La primera de las nuevas imágenes que Marco Pérez realiza en la reconstrucción de nuestra Semana Santa es la de Jesús Amarrado a la columna, la cual participa en los desfiles de 1940. Esta imagen vino a sustituir a la destruida en la Guerra Civil, donada por Pedro José Cobo en la refundación de la hermandad de 1916, aunque la talla pudo ser donada en 1915. La anterior talla presentaba un esquema muy similar a la actual en la posición del cuerpo: la imagen de Jesús, atada a una columna baja, adelanta la pierna izquierda y el hombro derecho, lo que hace que adopte más movimiento y resulte más vistosa su contemplación desde distintos puntos de vista. La principal diferencia entre ambas imágenes radica en que la anterior alzaba la vista en actitud implorante, mientras que la de Marco Pérez dirige la mirada hacia adelante. 




La talla que nos ocupa mide 165 centímetros y tiene la cuidada anatomía que acostumbraba a tallar el escultor, marcándose los músculos y tratando con gran detalle las manos y los pies. La cabeza fue sustituida a los pocos años al no gustar el rostro a los hermanos, realizando Marco otra en la que la principal diferencia reside en el tratamiento del pelo.



Si en la anterior cabeza el pelo quedaba aplastado, en la nueva es más ondulado y gana volumen. El autor realizaría también en 1940 una imagen idéntica para la Semana Santa de Elche tallando al año siguiente dos sayones que completarían el conjunto. Curiosamente la imagen ilicitana está atada a una columna alta, representación usual durante la Edad Media. En el caso conquense aparece una columna baja, recurso cuya utilización se extiende a partir del Concilio de Trento. La cabeza del Amarrado de Elche resulta muy similar a la cabeza anterior de la talla de Cuenca.




El rostro de Jesús tiene unas facciones suaves y similares a los realizados por el escultor durante esta época. El pelo y la barba son morenos, no apreciándose ningún dorado bajo los mismos. El paño de pureza se anuda a la derecha y tiene unos pliegues sencillos. Originalmente era de color blanco, siendo ahora en dorado con ligeros matices de gris. Teniendo en cuenta que la imagen de Elche conserva el paño de pureza en blanco con algunos toques más oscuros, podría ser que se modificara la policromía cuando el autor cambió la cabeza. El resto de la policromía se corresponde a la piel, la cual es de color claro y tiene suaves marcas de latigazos, evitando la sangre como recurso. La talla de Jesús lleva una corona de metal dorado perteneciente a la anterior imagen y que se salvó de ser destruida en 1936.




En 1956 se añade la talla de un sayón que azota a Jesús. La imagen es muy parecida a uno de los sayones del conjunto ilicitano y al sayón que sujeta la cruz en el paso de la Exaltación de Cuenca realizado en 1951. Las diferencias con su imagen homónima de Elche están en la policromía y en el manto que lleva al hombro y cae hasta el suelo, sirviendo como otro punto de apoyo para la talla. El sayón tiene las piernas separadas y los dos brazos levantados, uno de ellos alzando el flagelo en actitud de azotar. Esta postura le da a la imagen un gran movimiento, el cual se acentúa al fijarnos en los músculos en tensión y en las venas que se marcan. La cara es caricaturesca como sucede con estos personajes en la imaginería. La policromía queda acorde con la de Jesús, siendo sus ropas de color naranja y crema a tono con la columna y el dorado del paño de pureza. El manto es de color carmín ocre.




Con la inclusión de la imagen del sayón, Apolonio Pérez realiza las andas actuales en 1956. Las andas tienen motivos vegetales y están doradas, completándose con seis faroles y formando con las tallas un conjunto muy armonioso. Viendo el paso puede echarse en falta un segundo sayón completando la escena como en el paso de Elche, pero es un detalle que no desmerece en absoluto a esta bella imagen procesional.




En 2001 la talla de Jesús fue restaurada por Raimundo Cruz Solís. El pie izquierdo se dejó sin restaurar, sirviendo como recuerdo del paso del tiempo y de los numerosos besapiés que se han realizado a la imagen.





Ignacio Blanco

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